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Breve historia de los espacios de trabajo

Para explorar el futuro, es siempre útil recordar el pasado:

El concepto moderno de la oficina comenzó con la clase mercantil. Las oficinas inicialmente se ubicaban en la planta baja de un edificio, donde trabajaban los comerciantes y empleados en una zona amplia y abierta, mientras que el comerciante y su familia vivían en los pisos superiores.
A medida que las empresas crecieron, también aumentaron sus necesidades de espacios de oficina. Uno de los primeros ejemplos es la Compañía de las Indias Orientales: sirviendo inicialmente como un grupo de comercio, esta compañía se expandió para manejar los intereses imperiales de Gran Bretaña.
En los años 1600 y 1700, esta corporación albergaba enormes cantidades de documentación que llegaba por correo. Poseía gran cantidad de edificios siendo la Casa de la India del Este la más conocida. El edificio original fue demolido y rediseñado para dar cabida a la creciente empresa. La gran instalación incluía no sólo las oficinas, sino también grandes salas de reuniones y un patio/ jardín, que fue utilizado para recepciones.

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F. W. Taylor

En 1911, el ingeniero mecánico F. W. Taylor enunció su teoría sobre la gestión científica del trabajo, definiendo los pasos básicos para su optimización, que incluían el análisis de las tareas, descomposición de las actividades en unidades de movimiento, el estudio de las mismas utilizando el cronometro y la visualización del ciclo para volverlo eficiente.
Estas normas fueron aplicadas al espacio de oficina quedando configurada mediante largas hileras de operarios, cual línea de montaje, bajo focos de luz artificial y aislados del exterior. El operario, despersonalizado, entendido como una prolongación directa de la máquina, tenía por único cometido formar parte de un engranaje débil que se desmoronaba ante un eventual fallo o retraso de cualquiera de sus eslabones.
Ejemplo de ello es el Edificio de oficinas Larkin de 1906 de Frank Lloyd Wright en New York.

  

El Open Plan

Hacia los años 40, los cambios sociales y los avances tecnológicos implementados en la construcción, provenientes de la industria militar, posibilitaron estructuras ligeras y espacios amplios. La configuración del espacio de trabajo se transformó progresivamente en un gran espacio libre, profundo y continuo, climatizado y dotado de servicios en todos sus puntos. Los esquemas organizativos de principios de siglo fueron sustituidos por jerarquías flexibles que permitiesen la conformación de grupos de trabajo, y la oficina abierta se convirtió, presentándose a su vez como imagen empresarial, en el símbolo del nuevo modelo social y urbano.

   

La Oficina Paisaje

  

El final de los años 50 y principios de los 60 trajo consigo una nueva estrategia: “Burolandschaft”, o “la oficina paisaje”, creada por un grupo de diseño alemán, donde la planta despejada de la nueva oficina, proponía su ordenación mediante tres nuevos principios: la eliminación máxima de cualquier subdivisión interior; la dotación de movilidad al mobiliario; y la consideración del puesto de trabajo como un sistema acoplable en múltiples organizaciones geométricas y orgánicas.
De esta forma se eliminaría el despacho en favor de una mayor mutabilidad y conectividad entre las distintas las tareas, y los problemas organizativos pasarían a ser únicamente asociados al mobiliario.
Esta estrategia finalmente dio paso a lo que es quizás la innovación de oficina más icónica: el cubículo de Robert Propst, un diseñador de Herman Miller, diseñó el sistema “Action Office” como una solución más abierta y eficiente en el espacio. Action Office debutó en la década de 1960 y ha sido un modelo para las oficinas desde entonces.

  

La oficina Móvil

Hacia 1985, comienza a introducirse el nuevo concepto de «su oficina está donde usted está». En ese momento, las tecnologías emergentes, como el teléfono celular, hicieron que la novedosa idea de trabajar lejos del escritorio fuera una posibilidad real, y pronto el espacio físico empezó a reflejar dicha idea.
Diez años más tarde las organizaciones ya consideraban al diseño del lugar de trabajo físico directamente ligado al éxito empresarial. A partir de entonces la mayoría de las empresas consideraron al lugar de trabajo como una fuente de ventaja competitiva, no simplemente un costo. Con este conocimiento, las empresas buscaron cualificar los espacios de trabajo en lugar de ahorrar en este rubro, como herramienta para atraer y retener los talentos.

La tecnología

  

La irrupción de las redes informáticas y la consiguiente pérdida del soporte papel, así como la dramática alteración del concepto de distancia, no ha hecho sino flexibilizar y abstraer aún más el modelo organizativo, promoviendo nuevas formas de control y optimización. Las relaciones espaciales han quedado subjetivadas, ya no son mesurables.
Inevitablemente, a la disolución de la contigüidad le sigue una nueva manera de entender el vínculo entre trabajo y ciudad en términos de movilidad y ubicación: el propio trabajo se está convirtiendo en mueble, ya que se puede trasladar a la vivienda o allá donde convenga.

La oficina basada en la experiencia

En el futuro, el entorno de oficina está previsto que avance hacia un espacio basado en la experiencia. Dado que la capacidad de los empleados para trabajar desde cualquier sitio aumentará, las empresas han de contemplar la idea de crear oficinas que los trabajadores deseen ocupar. En consecuencia, el lugar de trabajo del futuro debe facilitar a los empleados una experiencia añadida que no puedan obtener cuando trabajan a distancia. Esto comprende diseñar un espacio que permita a los trabajadores socializar, establecer redes, desarrollarse y disfrutar de placeres como un buen café recién hecho. Los mejores empresarios del futuro serán los que creen una cultura de excelencia del lugar de trabajo y una experiencia que se centre totalmente en las personas que trabajan en él.

  

En resúmen

Esta atomización de la nueva oficina, que lo es a su vez del comercio y de otros tantos usos, supone no sólo el fin del edificio corporativo mono-funcional, sino también la reformulación continua de los espacios de trabajo y sus ocupantes, envueltos ya para siempre en una superposición programática .

En palabras del sociólogo Zygmunt Bauman, «practicar el arte de la vida equivale a permanecer en un estado de transformación permanente, a redefinirse perpetuamente transformándose (o al menos intentándolo) en alguien distinto del que se ha ido hasta ahora», pero asimismo «el amor no encuentra su sentido en el ansia de cosas ya hechas, completas y terminadas, sino en el impulso a participar en la construcción de ellas«.

 

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